Búhos y cosas felices

Debería estar haciendo otras cosas.  Debería estudiar para un examen importante que tengo dentro de un par de meses.  Debería calzarme mis Converse y salir a andar a buen ritmo ahora que el calor nos ha dado algo de tregua.  Y sin embargo aquí estoy, coloreando búhos, como cuando era niña y me enfrascaba en los cuadernos que me compraba mi madre, rodeada de lápices Alpino y pinturas Plastidecor (de estas últimas lo que más me gustaba era sacarles punta, porque no permitían mucho detalle).  Estoy totalmente enganchada, qué queréis que os diga.  Dice la portada del cuaderno en cuestión que es para el estrés de los adultos...  Bueno relajar sí que relaja, aunque mi muñeca quede rígida como una patata.

Pues sí queridas mías, quizás pensábais que mi vida durante estos días de ausencia habría estado llena de emoción, tipo cenas con velas en el jardín, conciertos nocturnos de jazz, gin-tonics imposibles en buena compañía, noches en mejor compañía, pequeñas excursiones a la playa, algún viaje al sur de Francia a la búsqueda de mercadillos de antigüedades, reuniones de chicas con mis amigas, (en definitiva, planes, planes y más planes que residen en mi mente), y sin embargo... aquí estoy pintando búhos. Mi consuelo es que dicen que traen buena suerte ¿lo sabíais? 

No obstante, y dada mi sencillez característica, estoy feliz como una perdiz.  Estas cosas han contribuido a ello notablemente:

- Cualquier canción de Jonny Lang (cómo demonios no lo he descubierto antes). Bueno, ésta en concreto la puedo escuchar diez veces seguidas.

- Una frase que dice Al Pacino en su nueva película "Señor Manglehorn" : "Nunca me he sentido más vivo que cuando me mirabas". Se estrena hoy, y solo por esa frase (y por Pacino claro) voy a verla fijo. 

- Este pack de comida guarrindonga.  Mientras el peque y yo nos chupábamos los dedos y la salsa de guacamole chorreaba por nuestros dedos, sr. marido nos miraba como si hubiésemos aterrizado desde otro planeta.  Me encaaaaanta el guacamole y confieso que el lunes lo tomé para desayunar (es que el tarro caducaba en tres días, es una razón de peso; eso y que tengo un estómago a prueba de bombas.)

- Mi bola del mundo de segunda mano.  Es todo lo que soñaba de niña.

- El chico de MRW, que esta mañana ha traído un paquete gigante a nombre del peque.  ¿Qué era? Una tabla "skimboard" de las buenas.  Entonces recordé que hace un mes comentó que le había tocado no sé qué en una promoción de las pipas que suele comer.  Por supuesto, ni su padre ni yo le hicimos caso... (por cierto, a ver si escribimos a los señores de Grefusa para darles las gracias)

- La voz de José González: es mi mantra particular cuando necesito que mi cerebro se empiece a relajar.

- Intentar fotografiar un rayo en el jardín, una noche de tormenta.  El peque y yo salimos afuera, pero desistimos cuando la lluvia comenzó a caer con fuerza y nuestros pies acabaron empapados. ¿Hay algo más complicado que fotografiar un rayo?

- "Adios a las armas", de Hemingway.  Lo estoy releyendo, y la verdad que me ayuda bastante a dormir.

- Aunque también me hizo feliz devolver a la biblioteca un libro de Paul Auster, que por mucho Paul Auster que sea, que quieres que te diga, no pude pasar de la página 20.  Por lo menos Hemingway me ayuda a dormir.  Este otro me pone de mala leche.

Bueno queridas, menudo rollo que os he metido.  Espero que tengáis un fin de semana estupendo.  Seguiré pintando búhos y escuchando un poco de blues de Jonny Lang.

Besos.