02 abril 2020

Cambiando el chip


El último día de marzo nos sorprendió con una capa de nieve que poco a poco se fue disolviendo entre la lluvia. De camino al trabajo, me detuve un momento para fotografiar unos columpios que como todos está debidamente precintado. Es temprano, apenas hay transeúntes y los pocos que nos cruzamos lo hacemos guardando las distancias. Muchos llevan mascarilla, cosa que me parece genial, aunque nuestros mandatarios nos digan alegremente que los ciudadanos no las necesitamos. Si "leemos" entre líneas quiere decir, "pobres imbéciles, ¿acaso pensáis que si hubiese mascarillas para todos y de todos los tipos, íbamos a tener el mismo discurso?".



Esta pandemia está haciendo temblar nuestros cimientos a todos los niveles. Otro día entraré más en detalle, ahora solo me quiero centrar en el cambio que estoy experimentando a nivel personal. Hasta ahora, cada vez que sonaba el despertador a las 6:25h, me rebelaba, me enfadaba, me preguntaba por qué me hacen ir a trabajar cuando nos dicen que nos quedemos en casa. A pesar de poder hacer tele-trabajo, me dicen que tengo que acudir porque estamos dentro de los sectores esenciales... Así que como estoy cansada de luchar contra Goliat, he llegado a la conclusión de no pensar demasiado. Bueno sí, solo voy a pensar en los miles de sanitarios que se están dejando la piel en atender pacientes en los hospitales. Cuando veo lo mal que lo están pasando en ciertos lugares, pienso que no tengo derecho a quejarme. Yo estoy delante de un ordenador sin despeinarme, sin sudar, sin ver la tragedia a mi alrededor. Así que mi granito de arena será ese: ir al trabajo sin rechistar, agradeciendo que no estoy tan mal, que no tengo mucha gente alrededor, y que tengo un blog en el que puedo plasmar lo que siento.
Hoy puse unas margaritas en un jarroncito para darle un poco de alegría a mi comida. Después de recoger la cocina, fui al salón y reparé en el tarro de los recuerdos de la playa. La mayoría son de Aguadulce, en Almería. He pasado un buen rato mirando las piedritas, los trocitos de cristal, las pequeñas conchas, y por un momento he recordado una enorme caracola que había en casa de mis padres. Yo era niña y mi madre me decía que si me la ponía en el oído se podía escuchar el mar. Yo la creía. Cerraba los ojos y así era. Ahora me basta mirar mi tarro de piedras para escucharlo. ¡Qué lejanos se ven esos momentos!
En fin, me quedo con esta última imagen, que representa los buenos momentos del pasado y los buenos momentos que vendrán, aunque no sepamos cuándo.
Un abrazo ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥

7 comentarios:

  1. Abrazos a la distancia para ti.
    Y un detalle que me encantó fue tu mantel. Qué bonita esa combinación de los colores que ves al comer.

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    1. Ah, y por Lima, abril empezó con un temblor. Como si faltara algo para lo que estamos viviendo.

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    2. Muchas gracias Gabriela, el mantel era de mi madre, me recuerda mucho a ella. Espero que tú y los tuyos estéis bien, solo os faltaban más sustos. Cuídate, un abrazo.

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  2. Un abrazo a la distancia! Cuida-te! Love the seashells!

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  3. Me ha encantado leerte y estoy totalmente de acuerdo en todo contigo.
    A mantener la calma, el positivismo y a seguir disfrutando de los pequeños detalles como los recuerdos de la playa o las flores. Un abrazo ❤

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  4. Me gustó mucho leerte, hoy es uno de los primeros días en donde me empieza a pesar la cuarentena, a pesar de eso estoy tratando de retomar la escritura, sea en el blog o en IG.
    Te deseo lo mejor para vos y tu familia!
    Un beso grande desde el otro lado del charco.

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  5. Cierro los ojos, y escucho el MAR, el MAR de tu CREATIVIDAD, de tu BONDAD, eres una mujer muy completa mi querida amiga. Sigue así :))))))
    Conxita

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Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Me alegrará mucho que dejes un comentario, los leeré todos. Un beso.

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