Retomo aquellos post titulados "De paseo por..." cuya finalidad es plasmar las excursiones que hacemos generalmente a lugares de la geografía navarra. El lugar elegido este sábado fue el pueblo de Artajona, situado a 30 kms. de Pamplona. Situado en un cerro con una perfecta visibilidad, fue un lugar codiciado por Reyes, Señores y clérigos. También por directores de cine: aquí se han filmado varias películas. En concreto en 1976, Sean Connery y Audrey Hepburn rodaron
Robin y Marian.
Concretamente visitamos el llamado "Cerco de Artajona", una fortificación medieval cuyos inicios se remontan al siglo XI, aunque hubo tantas luchas por aquí que fue reconstruido varias veces, sobre todo en el siglo XIV. En su inicio había catorce torreones, aunque hoy en día solo quedan nueve.
Hay visitas guiadas cada hora aproximadamente, cosa que se agradece,
porque si uno lo ve por su cuenta se siente un poco abrumado y sin saber
por dónde empezar. Los torreones se ven desde lejos y aportan la
nota característica a este lugar. La guía nos explicó que como era
muy caro mantener estas edificaciones, a los gobernantes se les ocurrió
alquilarlos como viviendas a gente pudiente, de esta forma, los
particulares corrían con los gastos de goteras y demás.
Al fondo podéis ver la iglesia fortificación de San Saturnino, que fue levantada entre los siglos XII y XIII, aunque después le fueron añadiendo más cosas. ¿Queréis verla de más cerca? Eso está hecho, solo tenemos que avanzar unos metros.
En un día tan luminoso da gusto hacer fotos, el azul del cielo contrastaba con la solemnidad de las edificaciones. Pero debo decir que corría un viento helador que nos dejaba las orejas congeladas.
Alrededor de la fortificación hay una serie de casitas en las que habitualmente viven unas diez familias. Nos explicaron que está prohibido construir nada más en esta zona. No me digáis que no parece sacada de un cuento... aunque unas jardineras con flores le darían un toque genial.
Aquí estamos en la parte trasera de la iglesia.
La guía nos abrió las puertas de este precioso edificio. Ya al abrigo del viento, pudimos disfrutar con la luz de colores que se filtraba a través de las vidrieras (estas son modernas), y maravillarnos con un retablo gótico del siglo XV que hay justo en el presbiterio. Solo le saqué una foto y me salió borrosa, así que del interior solo puedo enseñaros el mosaico de arriba. La reja de forja que separa el altar de los bancos es peculiar, porque incluye dos púlpitos, también del siglo XV. En uno leían la epístola y en el otro el evangelio.

Ahora viene lo bueno. ¿Véis esta torre circular justo encima? Bueno, pues una vez dentro de la iglesia, la guía nos condujo a través de una pequeña puerta hacia una escalera de caracol que llevaba arriba del todo, y que iba por dentro de esta torre. Tengo que decir que ODIO este tipo de escaleras, me dan una claustrofobia horrible. Así que esperé a que el grupito subiera, luego asomé la cabeza y miré hacia arriba para inspeccionar el terreno. Vi que había ventanucos y que entraba luz y aire, así que me animé a subir, ainssss......
Ahí podéis verme, agazapada en un rincón, cogiendo aliento, mientras oía las voces de los valientes que ya habían llegado arriba. De vez en cuando me paraba y me asomaba a esas estrechas ventanas medievales, desde las que imaginaba a algún aguerrido soldado medieval lanzando flechas al enemigo. Pero bueno, mereció la pena, aunque cuando llegué, la cabeza me daba vueltas. Esas partes empedradas son como una especie de embudos que recogían el agua y la conducían hasta un depósito que podía albergar hasta 80.000 litros.
En sitios así uno entiende la importancia de ciertas ubicaciones en aquellas épocas de luchas y guerras. Era esencial tener controlado el terreno alrededor, por si venía el enemigo.
Existía un entramado de torres que se comunicaban entre sí con espejos, tenían sus códigos y podían avisarse unos a otros a muchos kilómetros de distancia.
En todas partes había rincones preciosos que fotografiar. Pero pasemos a la segunda parte de nuestra excursión.
Cuando volvíamos vimos un cartel que señalaba una zona de
dólmenes, a unos cuatro kilómetros, así que allá que nos fuimos (con algún que otro gruñido del conductor dada la orografía del terreno, me entendéis, ¿verdad?). Después ir dando botes con el coche un buen rato, lo dejamos aparcado a unos 200 metros del lugar; entonces el peque y yo fuimos a la busca y captura de los dichosos dólmenes. Aquí hubo un poblado durante la Edad de Bronce, por eso hay tantos restos. Lo malo es que están desperdigados, así que solo vimos los que estaban más cerquita, no pensaréis que voy a subir allá arriba, jajajaja....
Pues visto de cerca, esto es un dolmen hijas mías. Yo, porque hay un cartel que lo dice, que si no, me pienso que alguien ha puesto las piedras ahí para preparar un calderete o asar unas costillas, yo qué sé. Me lo tendré que creer.
Lo más bonito fueron esos campos verdes ondeando al viento. Me recuerda al escritorio del Windows, o mejor aún, a aquella escena de Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music), en la que se veía a Julie Andrews corriendo con los brazos abiertos...
Lo más increible es que aunque visitemos fortificaciones medievales, o dólmenes de 5000 años de antigüedad, yo me siga maravillando con unas simples flores del campo. Siempre van a estar ahí, año tras año, y espero que me sigan atrapando también, año tras año.
Gracias por acompañarme en esta primera excursión de la temporada. Espero que os haya gustado.
Hasta pronto.