Esta semana la casa ha estado más silenciosa y tranquila de lo normal. El peque nos abandonó durante cinco días, yéndose con su colegio a practicar esquí de fondo al maravilloso pueblo navarro de Isaba, en la llamada "Campaña escolar de esquí". Todos esperan con emoción la llegada de este momento, porque es algo más que esquiar; es convivir con otros compañeros, vivir momentos especiales, aprender a relacionarse con las personas del pueblo, hablar en euskera, saber hacer uso del dinero (dijo que nos traería un recuerdo, y no puede gustarme más esa pequeña ardilla tallada artesanalmente), estar en contacto con la naturaleza, y por supuesto, echar de menos a sus padres, jajajaj... como me confesó que pensaron muchos compañeros, que hubiesen preferido estar un día o dos menos.
Por mi parte, aproveché para preparar un día una cena diferente, con cosas que al peque no le hubiesen gustado, como una crema de bogavante (comprada, no os penséis), una mousse de paté de hongos en unos corazones de pan de molde (????) y una ensalada de pasta. También he encendido velas, he puesto comida a unos petirrojos que visitan mi jardín, he acabado de leer la trilogía de Los Juegos del Hambre, limpié a fondo el cuarto del peque, aprendí a hacer café cubano (aquí), hice un pedido de sombras de ojos en una página online que me tiene loca, y corté el último crisantemo de mi maceta, que parece como si hubiese reunido toda la fueza que le quedaba para darme este regalo y alegrar esta semana en la que parece que nos faltaba algo, o alguien, más bien.
Espero ir aumentando mi dedicación al blog, porque últimamente tengo otras cosas que me lo impiden, y no quisiera publicar solo un post semanal. Me gusta estar en este espacio virtual, y es como si siempre lo tuviese en mente, haga lo que haga. Así que os prometo que no os libraréis de mí tan fácilmente.
Feliz comienzo de semana amigas.