Ayer a la noche, mientras el peque y yo veíamos la televisión, tuve la sensación de que era el final de algo. Quizás el final del verano, el final de salir al jardín a mirar las estrellas un día entre semana, el final de leer juntos en la cama hasta las doce, en resumen, el final de esa relajación que existe durante julio y agosto. Pero también el final de un periodo. El peque ha pasado al instituto, y aunque sigue acudiendo al mismo centro educativo, no deja de ser un punto y aparte, una etapa diferente, más diferente aún que el paso de infantil a primaria. Hoy el despertador sonó a las 6:45 h. para todos. Ha sido extraño desayunar los tres juntos en la cocina, había una mezcla de emoción, nervios y caras abotargadas aún por el sueño. Por ser el primer día le he acompañado hasta la parada. A las 7:35 h. y después de un tímido beso, se subió al autobús, junto a otros chicos que le pasaban la cabeza, y me fui antes de que arrancase. Pensé que era mejor no quedarme agitando la mano, como hacía cuando era más pequeño. He vuelto a casa y mientras preparaba la comida y limpiaba un poco, pensaba ¡ah, mi "niño" ya está en el instituto! Creo que a partir de ahora, voy a pensar seriamente en cambiar lo de "peque", cuando me refiera a él en el blog.
Un abrazo.