Son las últimas que me quedaban y las he usado para esta entrada. ¿Ustedes creéis que de estas pequeñas pelotillas se puede llegar a conseguir unas bolas cual canicas de cristal?
Pues sí queridos amiguitos. Añadimos agua del grifo en abundancia.
¡No me digáis que no es maravilloso! Es como un milagro de la ciencia, algo precioso, inexplicable, traspasa los límites de mi conocimiento... Puede ser útil o no, pero es ideal. ¿Sí o qué?
Va, fuera de coñas, se trata de unas bolas que se convierten milagrosamente en una especie de gelatina blandengue, que retiene el agua en su interior y que son muy prácticas cuando vas a estar unos días fuera de casa y no quieres que tus plantas se queden chuchurrías. Como últimamente solo salgo a comprar el pan como quien dice, les doy otro uso, más creativo y decorativo.
Si pongo unas rosas, aunque estén así de pasadas, también queda precioso. Yo es que soy así, estas cosicas me llenan de alegría, el colorido que se consigue, las infinitas combinaciones que se pueden hacer. Esto puesto en la cocina cuando ya está recogida y limpita, es lo más.