Hemos pasado unos días en Francia esta Semana Santa. Tenía un montón de ganas de volver, de hecho, hacía más de quince años de nuestro último viaje al país vecino, y eso que lo tenemos a poco más de una hora en coche. Empezamos en La Rochelle, una encantadora ciudad con mucha historia a sus espaldas. Primero visitamos dos de las tres torres medievales que vigilan el puerto (la tercera estaba cerrada). Una de ellas fue cárcel en la antigüedad, y podían verse en sus muros los nombres que grababan los presos, además de barcos y otros objetos. También paseamos por sus calles, tomé una cerveza Mónaco (que es una cerveza con sirope de granadina y limón) en una terraza escuchando a un señor que tocaba versiones de rock con la guitarra, disfrutamos del ambiente del puerto iluminado a la noche y cenamos unas galettes con cidre en un encantador restaurante, mientras veíamos pasar a la gente tan animada y contenta. También entré en la catedral, y encendí una vela por mi prima. Al día siguiente pusimos rumbo a nuestro siguiente destino. Pero eso lo dejo para la siguiente entrada.
Un abrazo ♥♥♥