Casi sin quererlo, hay tareas que hacemos en Navidad y que poco a poco se van convirtiendo en clásicos que realizamos con todo el amor del mundo y que nos conectan con un sentimiento de celebración. En mi caso, me gusta coger algún día de fiesta por estas fechas, en los que aprovecho para decorar la casa, pasar media mañana en un bazar chino enorme comprando cositas que "siempre" hacen falta, jajajaj... y además de todo eso, me gusta preparar pimientos rellenos de bacalao para Nochebuena, hacer dos tabletas de turrón de chocolate que ya os compartí (aquí), una para mi sobrino que le encanta y otra para casa, envolver los regalos, recoger piñas y bayas para realizar una corona de Navidad (aunque este año no me ha dado tiempo...) y ver alguna película de las que veíamos el chico y yo juntos en el sofá, cuando era pequeño, tenía vacaciones y todos los planes que proponías eran la cosa más especial del mundo.
Desde que soy adulta y formé mi propia familia, una parte importante de la Navidad se ha convertido para mí en buscar algún resquicio de lo que sentíamos cuando éramos niños en casa de nuestros padres, o en su defecto, lo que sentíamos cuando nosotros ya éramos lo padres y los niños eran los que almacenaban esos recuerdos. No sé si he sabido expresarlo bien, es como querer alcanzar un sentimiento que tuvimos años atrás con las herramientas que tienes hoy en día. ¿Será eso lo que llaman espíritu de la Navidad? Sería una buena reflexión para estas fechas.
No me enrollo más, espero que vuestros preparativos vayan viento en popa.
Hasta pronto.
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