De capa caída

Todos los años por estas fechas, pongo orden en los armarios.  He empezado por el del peque, que se divide en dos: una parte para ropa y calzado, y otra parte llena de juguetes.  Empiezo por la ropa: hago tres montones.  Uno: la ropa de verano para guardar.  Dos: la ropa de invierno del año pasado que sirve (suele ser poca).  Tres: la ropa y calzado para donar.  Voy apuntando en un papel lo que creo que va a hacer falta comprar.  Luego sigo con la otra parte.  Me armo de paciencia y saco todo poniéndolo en el suelo.  Dejo aparte los juegos que ya no usa y son para retirar.  Apareció este mini billar al fondo así que después de ordenar todo, nos sentamos en la alfombra a jugar una partida (ahora entiendo por qué estaba apartado).  Las bolas son demasiado ligeras y claro, así no hay quien se luzca...

El domingo pasado hizo un tiempo fenomenal así que fuimos a la perrera a pasear perros.  Hacía mucho que no íbamos por lo que la mayoría de perros eran nuevos, pero casualidad nos tocó pasear a un viejo conocido, Oker.  Lleva casi un año en la perrera, parece que nadie le quiere como mascota.  Casi puedo ver la tristeza en sus ojos.  Ha crecido algo desde la última vez, y tiene muchísima fuerza.  Esperemos que pronto llegue su ángel de la guarda.

Cuando volvíamos, nos encontramos en la entrada de casa con lo que nos pareció una mantis religiosa.  Nos causó una mezcla de fascinación y repelús.  El peque fue corriendo a buscar un observador de insectos, mientras yo llamaba a sr. marido, que en un valiente gesto la cogió (aunque le mordió) y la puso dentro. 

La estuvimos observando un rato y luego la soltamos.  No estoy segura de si es una mantis o no, si hay alguien que sepa de insectos que me corrija si estoy equivocada.

Despues de cambiarnos de ropa y lavarnos, nos esperaba una estupenda comida, empezando por esta riquísima ensalada que preparó mi marido.  ¿No es maravilloso comer a mesa puesta?  Creo que es uno de los mayores lujos que hay, aunque luego me toque recoger a mí.  Pero así es como nos repartimos las faenas culinarias los fines de semana desde hace un montón de tiempo.

Este año los catarros han aparecido pronto.  El peque ya se lo ha cogido, y ahora me toca el turno a mí.  Hace un par de días comencé a sentir la cabeza pesada, un molesto picor detrás de la nariz y poco apetito.  Hoy soy una máquina de mocos, ojos llorosos y cuerpo flojo (a eso le añado que sigo cojeando). Así que me siento más floja que un puñao de pelusas.  Ayer después de recoger la cocina, fui a mi rincón de tazas, elegí una (me quedo mirándolas y digo.... ésta) y café en mano y como una zombie, me tiré literalmente en el sofá.

Tengo tantas cosas que hacer, Dios mío, pero cuando el cuerpo no acompaña, lo mejor es no forzar la máquina.  Un poco de ibuprofeno, Vicks Vaporub (cómo me recuerda a mi niñez) y mucho líquido.  Esperemos que lleguen tiempos mejores.  Tengo que organizar un "importante cumpleaños" lleno de niños dentro de poco, y he tenido la feliz idea de hacerlo en casa.  Así que os dejo ya, con mi taza de café, tirada en el sofá, esperando que este molesto virus decida abandonarme para ir a por otro incauto.
Hasta pronto.