Una prima mía tiene una casa en la montaña, que es como la obra que nunca se acaba. Tiene lo esencial para vivir, pero siempre hay cosas por hacer y hay muchas partes sin terminar, pero aún así, es como un pequeño oasis de paz en el que se detiene el paso del tiempo. Se oyen los cencerros de las vacas pastando a lo lejos, los cantos de los pájaros, las chicharras, los zumbidos de las moscas y avispas, jajaja... que es lo que menos me gusta. El caso es que tenía pendiente una visita desde hacía nada más y nada menos que cinco años (la última fue aquí) ... Parece mentira lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que cuesta reservar dos días para dedicarlos a esto. Compartimos charlas con una botella de sidra, reímos, nos emocionamos recordando a los que ya no están, jugamos con los gatos, hicimos costillas a la brasa con sarmiento de encinas, vimos caer la lluvia de una tormenta de verano protegidas en el porche, y guardamos todos esos buenos recuerdos en la memoria.
En el fondo son esos momentos los que quedan en el recuerdo, y los que nos llevaremos con nosotros a la otra vida.
Un abrazo ♥♥♥