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¡Cómo me están gustando estos últimos días de agosto! Las mañanas amanecen frescas y mis abelias reflejan las gotas de rocío brillando y despidiendo un aroma increíble.  A veces me siento afuera con mi taza de café y disfruto viendo cómo empiezan a llegar los primeros abejorros en sus visitas diarias a mis flores, mientras de fondo se oye trinar a los gorriones.   Estoy pasando más tiempo en el jardín últimamente.  Más de una noche, después de cenar, el peque y yo encendemos unas velas y nos comemos un helado tranquilamente, mientras charlamos a media voz.  Entonces ya no se oyen los pájaros, tan solo algún ruido de cacharros de alguna casa vecina, algún perro que ladra a lo lejos, y si hay suerte, oímos a los grillos.  ¿Hay algún sonido que describa mejor las noches de verano que oír cantar a los grillos?
Quizás sí.  Hace poco escuché una canción de "The middle east", que me trajo recuerdos de algo.  No sabía muy bien de qué, hasta que recordé que era de uno de los vídeos de bodas más bonitos que he visto en mi vida. Lo localicé (aquí) y lo he vuelto a ver varias veces.  Me sigue dejando con los ojos como platos.  No es solo la canción, es el amor que desprenden los novios, el ambiente, el estilismo, la felicidad, ese lugar que me tanto me recuerda a la película Bagdad Café.
Aunque debo confesar que me deja un sabor agridulce.  Dulce mientras lo veo, y agrio cuando vuelvo a mi rutina diaria y veo que me esperan las mismas cosas aburridas de siempre.
Más vale que os tengo revoloteando por aquí y eso me hace sentir bien.
Un beso.